jueves, 8 de septiembre de 2016

La relación cliente-agencia: o se vuelven a enamorar o se divorcian



A medida que el negocio publicitario se fue volviendo cada día más complejo (fragmentación de los medios, aparición de nuevas vías para conectar al anunciante con el consumidor, irrupción de la big data, necesidad de una profunda especialización en marketing) clientes y agencias se han venido separando hasta dar por tierra con relaciones que tenían diez, veinte o más años de continuidad ininterrumpida.

La cuestión no ha surgido en los últimos tiempos. La crisis viene de arrastre y puede traducirse en una expresión simple: falta de confianza entre las partes.
Y esa crisis no se circunscribe solo a las agencias creativas: el tsunami de reviews de agencias de medios muestra que la desconfianza también se asienta en los modos en que esos shops manejan la planificación y compra de medios en todos los niveles.

La ANA, entidad que nuclea a los anunciantes estadounidenses, realizó hace un tiempo una de sus encuestas anuales entre marketers y agencias de publicidad, y sus resultados fueron contundentes: sólo el 27% de las agencias consultadas dijo recibir “briefs claros” de sus clientes. Y ninguna se manifestó “en total acuerdo” con la afirmación de que los clientes hacen un buen trabajo en el briefing.
Por otra parte, sólo el 58% de los anunciantes dijo creer que estaban haciendo una tarea positiva en la información a sus agencias, lo que indica cuánto desperdicio e ineficiencia hay en el proceso del trabajo publicitario.

Para algunos expertos, la solución podría aparecer si el sector senior del cliente, incluyendo a su CMO, se involucrara de lleno y desde el principio en el proceso del briefing. “Demasiados CMOs delegan este trabajo a los miembros más inexpertos de su staff y luego cuestionan el resultado cuando lo tienen en sus manos. Eso no es productivo, y a la vez es muy desmoralizador tanto para la agencia como para el staff del marketer”, señalan.

Libro de quejas

Para tener una visión panorámica de los puntos de fricción que existen entre ambas partes de la relación vamos a hacer un repaso de las quejas mutuas que se producen en los dos frentes.

Las agencias dicen:
  • Que el procurement se ha convertido en un factor omnipresente, lo que reduce los costos a expensas del tiempo necesario para entregar el trabajo en forma apropiada.
  • Que ya no tienen conexión con el cliente al nivel del CEO, porque trabajan en contacto con los mandos intermedios de los marketers, que no tienen poder de decisión ni visión global de la agenda, lo que envuelve al proceso en una espesa niebla de indefiniciones.
  • Que no se les paga por el real valor comercial de sus ideas. Aquí apuntan directamente a la disminución progresiva de los fees y otras formas de retribución, que siguen siendo motivo de disputa permanente entre las partes, aun en las relaciones aparentemente más sólidas y estables.
  • Que la fragmentación de la estrategia ha conducido a que demasiada gente se involucre en el proceso creativo, con lo cual se ha fortalecido la cultura de la desconfianza. El cliente –señalan-, con su actitud, demuestra que no cree en la capacidad e idoneidad de su propia agencia de publicidad, y ésta mira con reservas la intrusión de consultoras a las que se ha habilitado para intervenir en el proceso publicitario.
  • Que se las hace buscar resultados económicos rápidos, forzando los tiempos de presentación para conseguir los mayores ingresos por parte del anunciante. De esta forma, dicen, es difícil considerar en cada caso qué resulta mejor para el cliente y la marca.
  • Que ya no las valoran como antes y que la relación es más débil, por períodos más breves, con más y más pitchings. Esto último muestra el efecto adverso que tiene la sucesión ininterrumpida de reviews a que someten los anunciantes a sus agencias, con o sin participación de las que ya venían trabajando en la cuenta.

Los anunciantes dicen:

  • Que las agencias son como chicos caprichosos; que no comprenden que son sólo una pequeña parte de su rol de marketers.
  • Que las agencias deberían terminar con el modelo operativo donde los equipos de cuentas son los guardianes del planeamiento y la creatividad. Que necesitan pensar en cómo innovar en el servicio de sus clientes; ser más veloces y mejorar en la colaboración, y pensar en ofrecer mejores resultados.
  • Que las agencias no están atrayendo, como en otros tiempos, al talento más fresco, inteligente y diverso.
  • Que toda la gente de las agencias sale del mismo mundo, sin la menor idea de lo que es el mundo real. Han perdido su conocimiento del mundo del consumidor porque viven en un microcosmos.
 Para los clientes, la posibilidad de una relación que vaya más allá de cumplir órdenes se ha vuelto cada vez más tenue. Ya en un estudio de 2014, un 62% de los anunciantes dijo que veía a sus agencias como ‘proveedores’. Una posición peligrosa, especialmente cuando hay signos de que el sector de agencias está perdiendo la capacidad de ganar un decente margen de utilidad, bajo la agobiante presión de las escuadras del procurement.

¿Guerra o armisticio?

Frente a este fuego cruzado, la ruptura parece inevitable. ¿Puede realmente pedirse que ambas partes trabajen en sociedad y colaboración? Ross Farquhar, redactor de la revista Campaign, arriesga una prescripción medicinal: “Es tiempo de que las agencias se inspiren en sus cada vez más agresivos competidores, los consultores de management, y se decidan entre levantar la puntería como socios o clausurar para siempre la noción de ‘asociación’”.
Por lo pronto, para reconstruir los vínculos de las agencias con los anunciantes, serían necesarios tres pasos:

1) Encontrar el “alma gemela” en la otra parte;
2) Compartir una visión de cómo funcionan las cosas, 
3) Hacer que la relación sea personal, para que dure más tiempo.

Si bien lo del hallazgo del alma gemela puede sonar a cuento de hadas en medio de las actuales rispideces entre las partes, lo cierto es que uno nunca puede construir una buena relación con gente con la que simplemente está desconectado. Pero si se cumplen estas condiciones, la agencia habrá alcanzado una relación valiosa más allá del contexto y los cargos en los cuales se ve involucrada. En lugar de hablar de las “tareas” en las salas de reuniones, habría que cimentar las relaciones personales, incluyendo salidas a tomar alguna copa o algún rito similar, para conseguir que los publicitarios sean tratados como asesores de confianza y no como meros proveedores de artículos.

Para el publicitario Francisco Samper, “aunque la mayoría de los anunciantes dicen buscar y exigir creatividad de sus agencias, la verdad es que muchos de ellos —con pocas y honrosas excepciones— se asustan cuando la creatividad de verdad rompe moldes. Los anunciantes casi siempre establecen una caja, que es como una camisa de fuerza dentro de la cual debe moverse la agencia. En realidad dicen necesitar creatividad que “se salga de la caja” que ellos mismos delimitan, pero cuando en realidad te sales de ella, te devuelven adentro. Lo que en realidad nos toca hacer a las agencias no es la tan cacareada creatividad “fuera de la caja”, sino todo lo contrario: es creatividad “dentro de la caja”. Lo que de verdad los clientes permiten hacer es una especie de 'creatividad controlada”, en la cual crear se convierte en un reto realmente muy difícil.

Por lo pronto, los equipos creativos harían bien en hacer preguntas para obtener mayor claridad sobre el brief, las agencias deberían anticiparse a los problemas, darle más transparencia a sus procesos y, por sobre todas las cosas, contratar al staff adecuado. Mientras que los marketers deberían brifear claramente sus proyectos,
aprovechar el feedback que mejora el brief, ser más eficientes a la hora de devolver el feedback a tiempo y compartir el éxito con la agencia.

Sea como fuere, una tormenta acecha al viejo modelo aún vigente, aunque con remiendos. Se verá cuáles serán sus efectos cuando vuelva a salir el sol. Como ocurre en cualquier vínculo humano, nada es más dañino para las relaciones cliente-agencia como la ruptura de la confianza.

Agradecemos la colaboración de Edgardo Ritacco, director periodístico de adlatina.com

miércoles, 3 de agosto de 2016

¿Quién no sueña con tener una marca olímpica?


Los Juegos Olímpicos, no cabe duda, son el mayor evento deportivo de la Tierra. Cada 4 años, durante 15 días, son seguidos por 2/3 de la población mundial (digamos unos 4.500 millones de personas a lo largo y a lo ancho del planeta) a través de la televisión y de internet. Una cifra que da una idea de la magnitud económica que ha alcanzado este megaevento, no sólo para el país organizador, sino para gran cantidad de empresas de productos y servicios (no necesariamente relacionados con la actividad deportiva), tanto globales como locales, que aprovechan esta gigantesca vidriera para promocionarse.

Pero más allá del gran negocio en que se han transformado unos Juegos cada vez más profesionalizados, en el imaginario colectivo las cita olímpica sigue representando los valores del deporte, la sana competencia y la unión entre los pueblos que quisieron conferirle los antiguos griegos. Y si hay algo que representa esos valores es, sin lugar a dudas, el símbolo que identifica a los Juegos Olímpicos: los archiconocidos 5 anillos entrelazados. Una “marca” –para decirlo en términos de marketing- con un valor que muchas empresas quisieran tener en sus activos.

Lo que pretendemos demostrar estas líneas es que el símbolo olímpico posee todos los atributos de diseño, normalización, eficacia comunicacional y perdurabilidad a los que aspira -o debería aspirar- cualquier empresa u organización para definir su propia identidad corporativa. Pero mejor, empecemos por el principio.

Cuando todavía lo importante era sólo competir

La creación de los anillos olímpicos se remonta a 1913, cuando el artífice de los Juegos Olímpicos modernos, el barón Pierre de Coubertin (más conocido por su título nobiliario que por su importante labor pedagógica) presentó el símbolo que sería usado para el Congreso Olímpico de París de 1914, con el cual se celebraría el vigésimo aniversario de la restauración de los Juegos.
Dicho símbolo, compuesto como todos sabemos por cinco aros entrelazados de colores azul, negro, rojo, amarillo y verde sobre fondo blanco (aunque también existe una versión monocroma) identifica universalmente, desde entonces, a los Juegos Olímpicos y representa a todos los países que han adherido al espíritu de
los mismos.

Contrariamente a lo que se cree, el color asignado a cada anillo no corresponde a cada uno de los continentes, sino que los seis colores del emblema combinados (incluyendo el blanco del fondo) se eligieron porque están presentes en las banderas de todas las naciones del mundo.
El historiador norteamericano Robert Barney asegura que la idea de Pierre de Coubertin proviene de la figura de dos anillos entrelazados (como la clásica imagen del matrimonio), que era el emblema de la Unión Francesa de Sociedades de Deportes Atléticos, un organismo surgido de la fusión de dos asociaciones deportivas galas; como así también de las ideas del psicoanalista suizo Carl Gustav Jung, para quien el círculo representa la continuidad y al ser humano.
Sea como fuere, el emblema fue adoptado como símbolo olímpico y convertido en bandera oficial del Movimiento Olímpico en el citado Congreso de 1914, siendo ambos estrenados en los Juegos de Amberes de 1920.


Con noventa años a cuestas, sin modificaciones sustanciales en su diseño original y superando incluso algunos escándalos que involucraron al Comité Olímpico Internacional y a varios atletas, los anillos olímpicos han llegado a constituirse en lo que hoy llamaríamos una auténtica “marca global”, cuyos valores y significados son inmediatamente comprendidos por todo el mundo.
Incluso su empleo, al igual que el de la bandera Olímpica, está estrictamente
regulado por el COI, mediante un Tratado sobre la protección del Símbolo Olímpico, suscripto en 1981. Allí, en lo que podría homologarse al Manual de identidad corporativa de cualquier empresa, se establece, por ejemplo, que “todo Estado-parte se compromete a rehusar o anular el registro como marca y prohibir, con medidas apropiadas, la utilización como marca u otro signo, con fines comerciales, de cualquier signo que consista o contenga el Símbolo Olímpico”. Y hasta se especifica dónde debe ser usado el emblema:

* En las Medallas Olímpicas.
* En los Emblemas Olímpicos, tanto de los diferentes logos de cada Juego como
en los emblemas de los 204 Comités Olímpicos Nacionales.
* En los posters oficiales de los Juegos Olímpicos.
* En los souvenirs y objetos publicitarios de los Juegos.
* En estampillas y filatelia.
* En el escudo de la ciudad de Lausana, Suiza, declarada Capital Olímpica por     ser sede del COI desde 1913.

Si continuamos con las analogías con una marca, vemos que los Juegos -como toda empresa que se precie- también tienen su slogan: "Citius, Altius, Fortius", el lema que significa "más rápido, más alto y más fuerte". Una invitación a la superación, en sintonía con el espíritu olímpico que, curiosamente, no fue creado por un griego sino por el dominico francés Pierre Didon.

Yendo del estadio al mercado

Pero ¿por qué decimos que el símbolo olímpico puede ser tomado como paradigma por todas aquellas empresas u organizaciones que deban diseñar o aggiornar su identidad visual? Antes de responder a esta pregunta, y para entendernos mejor, es necesario definir con precisión algunos términos que a veces se prestan a confusión. Los anillos olímpicos ¿son un logotipo, un isotipo o una marca? Veamos.

Logotipo:
Según el Diccionario de la lengua española, el logotipo es un distintivo o emblema formado por letras, abreviaturas, etc., peculiar de una empresa, marca o producto.
Ampliando esta definición básica, podemos decir que un logotipo (de logo, palabra y tipo, letra) es la representación gráfica de un nombre, la grafía propia con la que éste se escribe. Para decirlo en palabras sencillas, sería como la firma de una persona.
Para el marketing, el logotipo o logo es un componente importante de la marca, porque ayuda a que ésta sea fácilmente reconocida, memorizada y relacionada mentalmente con algo con lo que existe cierta analogía.
Si bien en sentido amplio se acostumbra denominar logo a cualquier imagen representativa de una entidad comercial o social, no debe confundirse con el término siguiente.

Isotipo:
Es la representación gráfica de un objeto físico o concepto abstracto, un signo-ícono (por ejemplo: la corona de la marca Rolex).
Es por lo tanto erróneo llamar logotipo al isotipo. El logotipo es la marca escrita de una manera particular, que permite conocer y nombrar al elemento que está siendo comunicado; mientras que el isotipo es solamente un elemento icónico.
Podemos ver estas diferencias con un ejemplo sencillo: la marca Marlboro.
En este caso, el logotipo es la palabra Marlboro escrita con una tipografía y un color particulares. El isotipo sería la figura trapezoidal roja, ese “techito” que deriva del Chevron, una figura utilizada en Heráldica. Ambos elementos, como todos hemos visto, pueden funcionar juntos o por separado. Cuando lo hacen juntos, hablamos de un isologo.
El símbolo olímpico sería, por lo tanto, un isotipo. Pero para focalizar nuestro análisis desde la óptica de las comunicaciones de marketing, vamos a utilizarlo
como sinónimo de “marca”.

Marcas que no son olímpicas

Las marcas nacen de la necesidad de diferenciar productos o servicios de un mismo género, con idénticas o similares cualidades, de otros ya existentes o que ingresan a competir en el mercado. De esta forma, la marca provee identidad e individualidad a las cosas y aumenta su valor respecto a las que no tienen marca, ya se trate de un producto o una compañía, contribuyendo así a la finalidad específica de la publicidad, que es proponer y promover productos cualificados.
La marca es un signo-estímulo, porque proporciona un estímulo al receptor, provocando un proceso de asociación de ideas donde interviene la información y la experiencia que tenemos de esa marca.
También es un signo de sustitución, porque el símbolo se convierte en un concepto que representa a la empresa o el producto frente al receptor.
La marca funciona entonces como un reflejo de la calidad y el prestigio del producto, la empresa o la organización a los que identifica.

Para terminar de redondear el concepto, podemos decir que una marca está configurada por los siguientes elementos:

- El nombre o fonotipo.
- El logotipo.
- En algunos casos también el isotipo.
- La gama cromática o cromatismo, un elemento que hasta ahora no habíamos mencionado, pero que reviste suma importancia.

Hechas estas necesarias aclaraciones, ya estamos en condiciones de responder a la pregunta antes formulada: en términos de comunicación, la marca de los Juegos Olímpicos es un buen ejemplo a seguir por todo aquel que necesite diseñar o rediseñar su propia marca, porque cumple con las principales pautas a las que responden las marcas más exitosas, a saber:

Valor simbólico: El sistema de signos elegido refleja los valores de la marca, pues posee denotaciones y connotaciones positivas y fácilmente decodificables para el receptor.
Recordemos que se llama denotación al significado objetivo, el que todos pueden entender; y connotación al significado subjetivo que le da cada persona a una cosa, y que no recogen por lo tanto los diccionarios.
Para entenderlo mejor, tomemos por ejemplo la palabra amanecer. Objetivamente es el momento del día que corresponde a la salida del sol, pero la misma palabra connota otras significaciones subjetivas, como esperanza, comienzo de una nueva etapa, etc. Lo mismo sucede con la palabra zorro, por citar sólo otro caso.

Pregnancia: Es la medida de la fuerza con que una forma logra captar la atención del que la mira. Cuanto más simples son las formas, mayor es el nivel de impacto.

Cromatismo: Está comprobado que los colores provocan efectos en los individuos, que van desde reacciones psicológicas hasta físicas, determinadas por diversas asociaciones relacionadas con la naturaleza y por el contexto cultural. Todos sabemos que hay colores que atraen y otros que rechazan, colores que transmiten pasión o serenidad, tristeza o alegría, etc.
Sin adentrarnos en la Psicología del Color, podemos decir que la marca analizada, al utilizar una gama cromática basada en colores primarios y puros, resulta adecuada a los fines que persigue.

Memorabilidad: Es la recordación que se obtiene por la difusión de la marca, a través de la publicidad o cualquier otra forma de comunicación. Y no cabe duda de que el símbolo olímpico ha sido ampliamente difundido.
Esta suerte de notoriedad sería el único factor que no depende exclusivamente del diseño, pero está claro que la condición asociativa de una marca es un poderoso instrumento mnemotécnico.
La originalidad temática y formal, el valor simbólico, el impacto visual y emocional, contribuyen a una constante reimpregnación de la marca en la memoria colectiva.

Sustentabilidad o permanencia: Este es un punto clave. Si bien muchas empresas actualizan periódicamente el diseño de sus marcas, lo ideal es partir de un diseño lo más atemporal posible, que no esté condicionado por las modas y no se torne rápidamente obsoleto. Un factor que hay que tener muy en cuenta, ya que imponer un diseño de marca lleva mucho tiempo y dinero.

A sus marcas…

Es muy probable que el barón de Coubertin no tuviera demasiado conocimiento de todo esto al momento de pergeñar su diseño. Cabe más bien pensar que fue un extraordinario intuitivo; un amateur, para decirlo en consonancia con el espíritu olímpico que profesaba. Pero en nuestros días, cuando una empresa, por grande o pequeña que sea, está obligada a desenvolverse en mercados cada vez más competitivos y globalizados, está claro que la generación de una marca no puede dejarse librada a la intuición. Existen profesionales del diseño gráfico que, trabajando en estudios o agencias de publicidad, poseen el bagaje de conocimientos que se necesita para hacer eficaz una marca y a los cuales conviene recurrir. Por supuesto que esos servicios tienen un costo. Pero si después de todo lo dicho usted sigue tentado a tomar un lápiz y ponerse a diseñar su marca, me permito recordarle una frase muy ingeniosa que leí… en un taller mecánico: “Si la educación le parece cara, pruebe con la ignorancia”.

En los mercados lo importante no es sólo competir, como en los Juegos Olímpicos, sino ganar. Un desarrollo de marca exitoso se logra combinando el talento de especialistas con una clara visión a largo plazo. Es necesario partir de una estrategia que defina los valores que esa marca pretende expresar: sí, también para diseñar una marca se requiere un brief.
Actualmente la importancia estratégica de las marcas es tal que ya son consideradas como un activo más entre los bienes de cualquier empresa. Tanto, que hasta se publica anualmente un ranking que refleja el valor de las principales marcas globales: el Brandz Top 100, elaborado por Millward Brown y el Financial Times. Todo eso ha llevado a la aparición de una nueva especialización, que se define como el proceso de creación y gestión de marcas: el Branding. Pero eso ya es tema para otra nota.


lunes, 11 de julio de 2016

Un líder del marketing y otro de la publicidad explican cómo hacer un pésimo trabajo en publicidad


Bruce McColl, CMO global de Mars y David Lubars, CCO global de la agencia BBDO y chairman de BBDO Norteamérica, brindaron en la última edición del Festival Cannes Lions una conferencia titulada How to do terrible work (Cómo hacer un trabajo pésimo), en la que definieron qué es lo que diferencia a los grandes trabajos publicitarios de aquellos que no funcionan, teniendo en cuenta cómo debe ser la relación entre clientes y agencias.

Los dos experimentados profesionales ofrecieron algunas claves de cómo las agencias y sus clientes suelen arruinar la oportunidad de hacer un buen trabajo publicitario, apoyándose para ello en la proyección de los comerciales de los chicles Extra, que pueden verse en esta misma nota.

A continuación resumimos para los lectores de Lorem 5´ las principales de esas claves:

1) Para hacer un mal trabajo, el cliente debe creer que la creatividad no agrega valor. Los clientes que obtienen resultados publicitarios exitosos, por el contrario, son los que entienden que la creatividad tiene una efectividad económica. McColl relató que en Mars realizaron estudios para medir científicamente la efectividad del trabajo creativo. “Calificamos a las publicidades en una escala de 1 a 4 estrellas según su creatividad —explicó—. Y descubrimos que por cada 1% del dinero destinado a medios que se invertía en las marcas que necesitaban publicidad más creativa, el valor de la marca aumentaba en 50 millones de dólares”.

2) Los avisos que ganan premios son más eficaces.
Hoy, la publicidad debe ser entendida como parte de la industria del entretenimiento. Se trata de que la gente se entere de lo que las empresas tienen para decir y lo recuerde, lo que implica pensar en generar emociones en la audiencia. Sin embargo, los anunciantes suelen cometer el error de no tener en cuenta esto. Al hablar sólo de sí mismo y dejar afuera a la audiencia, el anunciante estará tomando el camino de las malas campañas. Y las agencias que sólo hablan de ellas mismas y excluyen al cliente estarán tomando idéntico camino.

3) Las campañas malas son aquellas en las que el cliente aprisiona a la agencia con briefs llenos de especificaciones, que tienen el efecto de impedir que los creativos den lo mejor de sí. Las agencias demasiado obedientes terminan haciendo malas campañas. Deben animarse a correrse del brief y encarar los trabajos con libertad creativa.

4) Ver todo como un riesgo es otra de las actitudes que los anunciantes suelen tomar para hacer una mala campaña, pero también es un error que las agencias quieran encarar riesgos todo el tiempo. Es fácil ser arriesgado cuando el dinero lo pone otro.

5) Para alcanzar grandes objetivos hay que saber rodearse de las personas más capaces. El anunciante no puede suponer siempre que las agencias no podrán lograr esos objetivos. Desde la perspectiva de las agencias, esto significa que ellas no deben rendirse ante los obstáculos y la presión de los clientes. Si los clientes deben confiar en las agencias, éstas deben confiar también en sí mismas. Esta confianza debe sustentarse en un diálogo en el que los anunciantes no pueden actuar como si no pensaran, ni las agencias pueden actuar como si no escucharan. Cliente y agencia deben dialogar con franqueza, confiar mutuamente y compartir la misma ambición si no quieren terminar realizando un mal trabajo.

6) Es muy tentador para los clientes confundir una estrategia con un insight, otro error que también puede llevar a hacer un mal trabajo. Este es otro aspecto en el que la confianza del cliente con su agencia resulta fundamental. Por su parte, las agencias pueden sentirse tentadas a confundir la ejecución con un insight. Sin embargo, “el santo grial de todos los grandes trabajos es la plataforma —afirmó Lubars —. Es lo que permite hacer cosas que sean siempre sorprendentes, con el mismo insight. Para ejemplificar este punto, los ejecutivos mostraron dos comerciales de Snickers para el Super Bowl que compartían la consigna “You are not you when you are hungry” (“No sos vos cuando estás hambriento”), pero apelando a estéticas y recursos muy diferentes. Comparemos los resultados:




“Un buen insight permite trabajar en diferentes plataformas”, señaló McColl al respecto. Para lanzar una campaña del mismo producto y con el mismo insight en Inglaterra, la agencia recurrió a Twitter en lugar de la televisión. Le pidieron a la modelo Katie Price que twitteara acerca de la macroeconomía global. Miles de usuarios de la red lo comentaron y se creyó que la cuenta había sido hackeada. Hasta que Price reveló que lo twitteaba porque estaba hambrienta y por esa razón no era ella misma, acompañando el tweet con una foto que la retrataba probando la famosa barra. Así, una campaña de 25 tweets alcanzó 26 millones de personas y fue comentada hasta en el parlamento.
Con el mismo insight, la marca realizó una campaña en Tinder (1) que consistió en crear perfiles falsos de personas que sólo podían ser elegidas por personas hambrientas. Cuando se producía un match, la persona que había elegido el perfil falso recibía un mensaje que le recomendaba comerse un Snickers. “Uno no hubiera pensado en algo así, sin tener en cuenta la plataforma”, señaló Lubars.

McColl retomó la palabra para dar el ejemplo de un comercial de chicles Extra, basado en animaciones que aludían al sabor de los chicles, como muestra de un mal trabajo, ya que estaba enfocado solo en el producto.


El spot fue más tarde reemplazado por otro comercial, mucho más creativo y efectivo, que cuenta una historia del amor de un padre por su hija a lo largo de su vida. El producto cumple un rol clave en la historia narrada por el comercial.


Ese spot resultó ser mucho más efectivo, de manera que Mars le dio a su agencia total libertad para producir un nuevo spot, que retomó algunos aspectos del anterior, potenciándolos y resultó aún mejor creativamente y en cuanto a la efectividad, con importante repercusión en internet en el día que fue lanzado y CEOs emocionados cuando la agencia se lo presentó al cliente:


Es fácil distinguir a las buenas campañas de las que no funcionan cuando ya están en los medios, pero lo importante es saber distinguirlas antes. Eso nos ahorraría mucho más que dolores de cabeza.


(1)  Tinder es una aplicación geosocial que permite a los usuarios comunicarse con otras personas con base en sus preferencias para charlar y concretar citas o encuentros. Tinder fue lanzada en agosto de 2012 y actualmente dice contar con 10 millones de usuarios activos cada día.

Fuentes consultadas: adlatina.com, olapic.com
 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Los siete pecados capitales de la mala comunicación

Una investigación llevada a cabo por la Federación Mundial de Anunciantes (WFA) ha identificado los siete caminos clave para molestar a los consumidores de una marca.

La agencia de medios sociales We Are Social llevó a cabo un minucioso análisis de los comentarios de los consumidores a través de Twitter acerca de los anuncios en el transcurso de seis meses, en el contexto del Proyecto Conectar de nuevo, una iniciativa para alinear mejor marca y estrategia de marketing con las cambiantes expectativas de la gente en el mundo digital, con el objetivo de ayudar a los anunciantes a identificar comportamientos inaceptables frente a los consumidores, con miras a determinar las recomendaciones y posibles soluciones.
Después de analizar una muestra aleatoria de 5.000 tuits sobre una base de 670.000 tuits en idioma inglés, la investigación arrojó los siguientes resultados:

• Hubo más de 2 millones de tuits negativos acerca de la publicidad en el último año. Sin embargo, esta cifra fue superada por los comentarios positivos, que ascendieron a 3 millones.
• Poco más de la mitad de los tuits eran declaraciones originales, pero el 37% fueron retuits, es decir, los usuarios retuitearon comentarios negativos casi 750.000 veces. Uno de cada diez de los tuits eran respuestas, por lo general de acuerdo con los sentimientos negativos del tuit inicial. 
• Los hombres son más propensos que las mujeres a quejarse del marketing de la marca en una proporción de 60:40, pero ambos sexos tienen la misma probabilidad de ser positivos. Muchos de los comentarios reflejaron emociones fuertes y la blasfemia fue una característica común de los comentarios más negativos. 
• El denunciante promedio tenía más de 1.000 seguidores, lo que indica que cada comentario negativo alcanzó una audiencia mucho mayor. 
• Los anuncios de televisión causaron el mayor número de comentarios negativos, seguidos por la publicidad on line y la radio. 
De la investigación surgen, según los expertos Simon Kemp y Jon Wilkins, los siete factores más comunes que desencadenan la reacción negativa de los consumidores frente a los mensajes de marketing de una marca: 

1. Malestar. Un gran número de tuits expresa una aversión genérica a los anuncios. La mayoría de ellos hacen referencia a la ubicuidad y la frecuencia global de los anuncios, la duración de la pausa del anuncio o el contexto en el que el anuncio aparece. 

2. Interrupción. Los consumidores reconocen que los avisos ayudan a no tener que pagar por los contenidos que reciben, pero esperan que los anunciantes hagan un esfuerzo para hacer su comunicación menos irritante. Los tuits analizados mostraron que la interrupción resulta más molesta durante los momentos de mayor intensidad, como los de acción o drama, de espectáculos o eventos deportivos en vivo. Las interrupciones en The Walking Dead fueron las referencias más comunes. Los anunciantes necesitan hacer un mayor esfuerzo para agregar valor al contexto en el que aparecen en lugar de simplemente interrumpirlo. 

3. Incongruencia. Demasiadas marcas están eligiendo el momento equivocado y el público equivocado para sus mensajes. Puede que sea el momento adecuado, pero el lugar equivocado, o el momento adecuado pero la audiencia equivocada. Muchos tuits se quejaron de anuncios inapropiados que aparecían cuando miraban la televisión con su familia o de anuncios que eran simplemente irrelevantes. El retargeting* constante también fue duramente criticado. 

4. Engaño. Los consumidores esperan que las marcas digan la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Gracias a las redes sociales ya no toma mucho tiempo que las personas desechen afirmaciones falsas o engañosas o impulsen la participación negativa en torno a una marca. Las marcas se ganan la confianza y la credibilidad si son honestas y no disimulan los desafíos que saben que enfrentan por parte de los consumidores. 

5. Excesos. Demasiadas pausas publicitarias y, a menudo pausas publicitarias demasiado largas. La interrupción frecuente de una determinada pieza de contenido o canal de medios puede crear irritación con todos los comerciales, sin importar con qué frecuencia aparece cualquier mensaje individual. Esto se combina con una rabia contra la publicidad de alta frecuencia. Incluso las mejores historias pierden algo en el relato, sobre todo si ya se han oído siete u ocho veces. Para hacer una analogía con el humor: un chiste puede ser muy bueno, pero cuando se cuenta muchas veces pierde la gracia.

6. Contactar a cualquier costo. La focalización de un target on line está destinada a ser un recurso inteligente, pero a veces resulta realmente molesto. Algoritmos deficientes podrían ser el mayor reto de la industria: anuncios inapropiados para el contenido mezclados con los que sí cuentan, mensajes torpemente dirigidos y sin prestar atención a las circunstancias y sensibilidades personales y numerosos casos donde los individuos fueron contactados por ciertas marcas a pesar de que ya habían expresado sentimientos negativos acerca de las mismas terminan generando rechazo en la audiencia.

7. Falta de calidad. Demasiados anuncios pobres en contenidos interesantes o de baja producción terminan siendo molestos para los consumidores. Las marcas tienen que dar prioridad a la calidad sobre la cantidad, evaluar la participación significativa sobre la frecuencia de exposición y trabajar más duro para probar si los anuncios están logrando que el consumidor participe, tratando de añadir valor antes de exponerlos a los consumidores. 
El Proyecto Conectar de Nuevo es una iniciativa de la Federación Mundial de Anunciantes (WFA), en colaboración con We Are Social que pretende sentar las bases de un nuevo marketing para las marcas, basado en las nuevas 4 P del marketing de la era digital: personas, propósito, principios y participación.

*El retargeting (o remarketing) es una técnica de marketing digital consistente en impactar con publicidad a usuarios que previamente hayan interactuado con nosotros.

Fuente: WFA - www.project-reconnect.com