lunes, 2 de junio de 2014

¿Cuáles son las mejores piezas publicitarias? 2da. parte.

Así como un juez debe conocer las leyes para dictar una sentencia, quien evalúa una pieza publicitaria debe conocer algunas reglas básicas para fundamentar sus apreciaciones. Conocer (o repasar) esas reglas resultará de gran utilidad, tanto para el que deba crear un aviso como para el que necesite evaluarlo.
Si bien el dicho popular afirma que “una imagen vale más que mil palabras”, hay que reconocer que existen palabras que son capaces de transmitir más que mil imágenes (cualquiera puede corroborarlo tomando, por ejemplo, la palabra AMOR). De ahí que hayamos decidido comenzar el análisis de un mensaje publicitario por la redacción: manejadas correctamente, las palabras pueden destacar nuestra marca en forma sustentable y expresar los motivos por los que el consumidor debería adquirir nuestros productos o servicios.
Pero antes de sumergirnos en el tema, vaya una pequeña fábula como para ir entrando en clima:

Un príncipe soñó que se le caían todos los dientes y consultó a un experto en oniromancia, el arte de adivinar el futuro mediante los sueños. El adivino le dijo: "Todos tus familiares van a morir".
Enfurecido, el príncipe mandó traer a otro experto, que le vaticinó: "Llegarás a viejo y serás el último de tu familia en morir".
El príncipe se echó a reír y dijo: "El significado es el mismo, pero te expresas con más elegancia que tu predecesor". Y dicho esto, recompensó al hombre con diez mil dirhams.

Nociones sobre redacción de avisos

Las palabras no sólo permiten expresar aspectos racionales, sino también expresar emociones y generar imágenes en la mente. Por eso, en lugar de abordar la redacción desde el punto de vista técnico o semántico (lo que escapa a los propósitos de este artículo) preferimos encararla desde sus aspectos psicológicos, transcribiendo algunos principios enunciados por el Lic. Víctor Kertesz.

Principios psicológicos de la redacción

• La gente se deja llevar más por las emociones que por el intelecto. Por más que su propuesta sea racional, no deje de dotar al texto de un matiz emotivo.

• Las personas tienden a buscar fórmulas que simplifiquen lo complejo. Cualquier factor que genere confusión debe ser evitado o reemplazado por su expresión más sencilla.

• No introduzca problemas que antes no existían en la mente del lector, aún cuando esté ofreciendo una solución. Crearía confusión y podría perder ventas. Hay quienes recomiendan evitar las ideas negativas en general, pero este principio debería ser revisado. Plantear los problemas que podría acarrear el “no uso” del producto puede ser un buen abordaje. Los más memoriosos recordarán la campaña de Benson & Hedges: el cigarrillo de las desventajas.

• La gente responde más fácilmente a aquello que puede identificar. No dé por sentado que porque usted conoce su producto o servicio el lector también debería conocerlo. Tampoco es conveniente hacerle sentir que no sabe nada del tema, porque lo dejaríamos fuera de la conversación.

• Las ideas y palabras concretas son más fáciles de recordar, entender y distinguir que las abstractas. Los hechos concretos venden más que las generalizaciones y las frases comunes. Es más efectivo comunicar que “este servicio podrá reducir en un 30% el consumo de energía” que decir una ambigüedad como “este servicio resolverá sus problemas”.

• Las personas entienden mejor las palabras que les resultan familiares. Las palabras simples y comunes -fácil, ahorro, resultados, probado- conseguirán mejor respuesta que los términos difíciles o inusuales. Pero cuidado: eso no significa caer en un texto lineal y plagado de obviedades. Un texto eficaz debe ser siempre seductor y persuasivo.

• Las personas se sienten más cómodas si saben que están haciendo lo que otros han hecho, sobre todo cuando esos otros son tomados como referentes. El uso de testimonios en la comunicación puede agregar credibilidad a su propuesta, siempre y cuando provengan de personalidades respetadas y vinculadas de alguna forma al producto.

• Todos respondemos mejor bajo la presión de fechas límites, por lo que las promociones que crean una sensación de urgencia obtendrán mejor respuesta.

• Nadie presta el 100% de atención a lo que ve, oye y lee. El alcance de la atención es muy corto, de 10 a 12 segundos. Hay que captar la atención de las personas dentro de los primeros 3 segundos. Los mensajes necesitan decodificarse fácil y rápidamente; las metáforas, slogans y jingles son recursos muy útiles para lograrlo, como así también los titulares que parecen plantear un cierto grado de conflicto que el lector debe resolver.

• Todos solemos dudar de la “perfección”. Evite hacer afirmaciones absolutas que parezcan demasiado buenas para ser verdad. La palabra mejor ya no es creíble, salvo que se acompañe de una sólida argumentación.

• Todos hemos sufrido frustraciones al adquirir un producto o servicio. Es por eso que en todo lector existe una natural y lógica desconfianza hacia las promesas de soluciones o beneficios. Evite prometer lo que no pueda cumplir (las famosas “sobrepromesas”) y generará credibilidad en su comunicación.

 El orden de lectura

Habitualmente, la gente lee los avisos en el siguiente orden:

1.     La imagen
2.     El titular
3.     El logotipo del anunciante
4.     El texto

La mayoría de la gente lee sólo los títulos. Pero si se logra captar la atención del lector con un buen titular, es muy probable que llegue al texto. Comencemos por lograr ese titular, y una vez que llegue al texto, no lo dejemos escapar.

¿Para qué sirve un titular?

El título de un aviso tiene varias funciones, pero la primera de ellas es ayudar a predisponer el ánimo convenientemente. Lo que en el teatro se consigue apagando las luces, en un aviso debe lograrse con el titular.
Si todo aviso publicitario es, en esencia, una noticia, el titular debe ser una síntesis de esa noticia. Debe recoger la sustancia de la misma.
Recordemos que una noticia, para ser completa, debe responder a las siguientes preguntas: quién, qué, cuándo, dónde, cómo y por qué. Como cada uno de estos elementos tiene una importancia relativa respecto de los demás, se debe procurar destacar aquella circunstancia más relevante.


Continuará…