jueves, 15 de mayo de 2014

¿Cuáles son las mejores piezas publicitarias?

Para quienes trabajamos en publicidad, mirar avisos es una deformación profesional. Pero también es una manera de mantenernos actualizados. De aprender de los aciertos y errores ajenos.
Avisos recargados de información que dificultan saber por dónde empezar la lectura, afiches de vía pública imposibles de leer mientras se conduce un vehículo, comerciales de TV que nos dejan preguntándonos “¿Qué quisieron decir?”, parecen dar cuenta de que estos últimos (los errores) van ganando la batalla. Por eso, a partir de esta entrega de Lorem 5´, decidimos abordar un tema bien concreto: cómo mejorar nuestras comunicaciones. Como decía Martín Fierro, “no es para mal de ninguno, sino para bien de todos”.

¿Se puede juzgar una pieza publicitaria?

Suponiendo que la respuesta fuera afirmativa (que lo es), cabría luego preguntarse: ¿cómo se evalúa una pieza publicitaria?
Más allá de la subjetividad que trae aparejada esta cuestión, lo cierto es que existen algunos criterios para juzgar un mensaje publicitario bastante más consistentes que el consabido “me gusta/no me gusta”.
El primero de ellos, es obvio, está dado por los resultados que reflejan las ventas luego de poner en marcha la campaña. Aunque en este caso habría que hacer una distinción entre una idea buena y una idea eficaz.
Hace muchos años se llevó a cabo en los Estados Unidos un concurso que, a diferencia de los Clio Awards y otros festivales, premiaba a los comerciales de TV exclusivamente por su éxito de ventas, independientemente de su originalidad y calidad de producción. A juzgar por los resultados (que pudieron verse en Buenos Aires) las piezas galardonadas estaban muy lejos de ser creativas o estéticamente logradas.

Es evidente que si un aviso sirvió para vender más, habrá resultado “bueno” en el sentido de que cumplió con su objetivo básico. Pero, como sabemos, no siempre el objetivo de la publicidad es vender más; como sucede, por ejemplo, con las campañas institucionales, cuyos efectos son más difíciles de mensurar en el corto plazo.
Por otra parte, resulta cuanto menos riesgoso esperar la evolución de las ventas para saber si la comunicación fue buena. Los pre-test de campañas, en ese caso, resultan de gran utilidad. Pero dejar la evaluación de la publicidad sólo en manos de los consumidores potenciales sería, parafraseando a Georges Clemenceau, más o menos como dejar una guerra sólo en manos de los militares.

Sin ánimo de agregar más confusión al asunto, recordemos que casi todos los “próceres” de la publicidad de todos los tiempos coinciden en afirmar que un buen aviso se siente “en las tripas”, que al observar un buen anuncio se sienten “mariposas en el estómago”.
Con todo, en las próximas entregas de Lorem 5´ intentaremos fijar algunas pautas para saber cuándo un aviso es bueno (o no lo es) antes de pagar la factura de los medios. Pautas que, sin ninguna pretensión de infalibilidad, se apoyan en la experiencia y el sentido común.
Para ir poniéndonos en tema cerramos por hoy con estas palabras del creativo argentino Gabriel Dreyfus, explicando cuál es, a su juicio, un buen mensaje:

“Si existiese una regla para ser creativo, para ser creativo habría que romper esa regla. Un buen spot (o anuncio gráfico) no sólo compite contra la publicidad de su competidor, tampoco contra toda la tanda, ni siquiera contra toda la buena publicidad que un potencial consumidor pueda registrar en su memoria durante bastante tiempo. Compite también contra todas las noticias (porque nadie enciende la TV ni compra el diario para ver los anuncios). Nuestra creatividad publicitaria debe ocupar un lugar junto a todas las preocupaciones y alegrías de la persona a la cual nos dirigimos: con tanta fuerza como la enfermedad de su madre o el cumpleaños de su hija (…).
Lo que no se registra no se recuerda y lo que no se recuerda no vende.
Pero eso no es todo: además de ser recordada, la buena publicidad debe transmitir un concepto (y una emoción) que provoque el deseo inconsciente de probar un determinado producto o servicio. El que nosotros anunciamos. A menudo debe hacer todo esto con una inversión en medios mucho menor que la de la competencia.
Esa es la única creatividad que merecería ser premiada. Porque un buen anuncio publicitario no es mejor ni peor después de ganar o perder un premio. Es el mismo. En todo caso, lo único que se juzga es la capacidad y honestidad de los jurados.
Los anuncios premiados son a la publicidad como los coches de Fórmula 1 al automovilismo: no están concebidos para llevar gente al supermercado pero mejoran la calidad de la industria.
Algunos anuncios tienen demasiado perfume a pieza creada para festivales. Pero sólo tiene valor la publicidad creada para un anunciante de veras.”

Continuará…